jueves, 4 de noviembre de 2010

La Catalina

Las paredes del cuarto empezaban a cerrarse. Mientras trataba con la mente de controlar el acercamiento, con el rabo del ojo podía ver cómo me acorralaba cada vez más. En el espacio negro de puntos verde fosforescente, de cuando hundes los dedos contra los párpados cerrados, volví a ver el rostro inquieto de un hombre tomando forma desde un papel arrugado; decidí seguir con mi vida. Me levanté de la cama y elegí pensar. Huraño como suelo ser, atravesé el pasillo de la vieja casa de la playa antes de que se cerrara y me senté frente a la máquina de escribir.
Marqué cual res el papel, acribillé con las letras; la jota siempre se quedaba, tuve que doblarla ligeramente, como a ciertas personas, para que volviese a su lugar de origen. Abrí con un interior. Una noche, cervezas, humo de cigarillo, música de Rubén Blades y Héctor Lavoe, cuatro hombres y una mujer; la novia de uno de ellos, quien se decía “one of the guys”. Ninguno de los otros lo sabe, pero ella se ha acostado con dos de ellos y está profundamente enamorada de un tercero, con quien probablemente tendrá un temeroso affair que sabe la dejará muy mal parada. Va a empezar a beber como los chicos y dirá malas palabras, fumará y hasta va a orinar con la puerta abierta… ¡qué carajo!, para no perderse la conversación. En el momento justo de la cuarta; no, mejor, quinta ronda de cervezas, va a preguntarle a uno de los hombres, con quien ya se acostó alguna vez, de forma maliciosa y cruel, quién es más linda, si ella o Catalina, de quien ella sabe, es la amante del tipo de la pregunta. El tipo se va a enfurecer pero tendrá que controlar las ganas de matar a la mujer porque nadie puede enterarse que se está acostando con la reciente ex esposa del primo, así que va a buscar, en silencio, mientras se bebe la noche, dónde está el goteo, quién abrió la boca, quién lo vio.
El novio de la mujer, que no es de quien está enamorado, pero es el otro con quien se ha acostado, la mira fijamente a los ojos tratando de frenar la maliciosa lengua que más tarde morderá frenéticamente. El cuarto hombre, probablemente el que soltó la lengua, por ser amigo del primero, pero está enamorado de la novia del segundo –sin ser correspondido- va a tratar de desviar la conversación preguntando que cómo es que han terminado en divorcio Catalina y el primo, que cómo si una pareja tan armónica, tan aparentemente completa pudo terminar así, y empiezan a barajar hipótesis, entre las cuales se va a imponer por votación unánime la incopatibilidad sexual, que dizque porque nunca tuvieron sexo antes de casarse porque ella era virgen, no sabían a qué se enfrentaban y eso les jodió la vida al no encajar en la intimidad, teoría que el tercer hombre (el único que no se ha nombrado hasta ahora) sabe que es una pendejada porque él se acostó con Catalina en la Universidad y sabe que es más fácil de complacer que un perrito faldero. Una vez alejado el tema polémico de cuál de las dos es más linda, el cuarto hombre va a salir a orinar y sera tachado de maricón por ser el único al que no se le ha conocido mujer alguna. Él volverá con una sonrisa de satisfacción del baño; su sonrisa de toda la vida, que ahora tendrá un ligero toque gay por las insinuaciones del primer hombre, el ofendido, que está tratando en silencio, mientras alimenta su borrachera, de llegar al delator. Se va a poner de pie y va a buscar un poco de vodka (es el único que lo bebe) para calmarse porque los minutos pasan y se siente acorralado; pudo haber sido cualquiera, pudieron haber sido todos. Está en su casa y es él quien está… ¿Mencioné que estaban en su casa?, bueno, está en su casa y es él quién está totalmente expuesto. Sin querer empuja al segundo hombre mientras se acerca al bar y éste le va a reclamar por el empujón, de la forma más relajada (si el segundo hombre supiera que su agresor se acostó con su novia antes que él, el reclamo sería mucho más intenso).
El primer hombre va a sentir paranoia y creerá que el reclamo viene de los celos, porque él cree que el otro sabe que la novia estuvo antes en su cama y habrá un conato de ataque/defensa que no llegará a mayores; el tercer hombre los empujará a ambos y tratará de manejar la situación de la mejor manera, pues él sabe que cada unos de los otros no sabe la realidad de su oponente, realidad que conoce bien porque la mujer del agravio está enamorada de él, se miente diciendo ser su mejor amiga y le ha confesado la verdadera historia de ambos períodos. El tercer hombre se va a ofrecer a preparar un trago especial para los invitados intentando desviar la atención porque quiere beber tranquilo y le importa un carajo las broncas por una mujer que ya dejó a uno y terminará, sin duda abandonando al otro.
La mujer se va a regodear con el poder, va a jugar como está acostumbrada y hará referencia a una anécdota que ha pasado a cada uno por separado, pero que ninguno de los otros sabe con certeza, le ha ocurrido a alguno de los presentes. El tercer hombre va a sonreír discretamente al escuchar la historia del cabello femenino encontrado en el departamento de la playa porque sabe del nexo, sabe de la intención. El cuarto dirá insistente, que eso le ha ocurrido innumerables veces, pero con la fama adquirida tras la salida del baño, sus palabras seran recibidas con carcajadas, acompañadas de un pequeño guiño del tercero que sabe que su amigo ha tenido varias mujeres, pero prefiere no ahondar en pequeñeces que no son de caballeros. Se va a retomar el asunto de la frigidez de Catalina o la impotencia del ex esposo, sólo para concluir, después de la sexta ronda de cervezas, que los problemas del matrimonio empiezan y terminan en la cama. El primer hombre seguirá furioso buscando en los ojos y palabras de los otros tres, a aquel que traicionó su confianza o más bien, a quien lo descubrió, porque ha bebido tanto que no recuerda si le contó o no a alguno de ellos de su amantazgo con la ex esposa del primo y tratará, al tiempo de contestar preguntas, reír con chistes y mantenerse a tono en la conversación, de recorrer en los pantanos de su cabeza y encontrar la historia que haga click hacia la pelea y posible paliza al final de la noche. El tercer hombre sabrá como hacer las cosas y le dirá a la mujer que es más linda, mucho más linda que Catalina. Lo hará de una forma tan inocente y astuta que lo liberará de culpa con el primer hombre, no despertará celos en el novio, le ganará un punto adicional de simpatía con el cuarto y además, encenderá una sonrisa en la mujer, que se va a sentir más deseada que nunca. En ese preciso momento ella va a tener hambre, mucha hambre y sueño y le va a exigir a su novio que la lleve a comer en medio de la madrugada. El cuarto hombre va a pedirles a todos, en su soledad habitual que no se vayan, que se tomen un par de cervezas más, que él las pone, que casi nunca se ven. El primero respirará profundamente y se pondrá de pie para despavilarse, pero se va a marear más y caerá profundamente dormido antes de que concluya el párrafo; el esfuerzo mental lo dejó exhausto. El tercer hombre disfrutará gustoso de la última cerveza y va a sugerir un sitio para terminar la noche, comer bien e irse a descansar sin muchos estragos. Terminará yéndose con la pareja y dejará al cuarto y al primero dormidos en el departamento. El primero tendrá memoria de hasta cuando su compañero fue al baño y éste se tardará en dormir, recordando las gracias en cámara lenta de la mujer, que aún siendo “one of the guys” lo vuelve loco y le hace pensar que en algún momento le tocará a él, y que no fallará; aprenderá de los errores meticulosamente estudiados a lo largo de los años.
A la mañana siguiente en que vayan todos a la playa, el primero recordará el malestar que le causa la presencia de todos, pero va a temer preguntar qué fue lo que sucedió, se va a poner de pie y caminará hacia el auto, más precisamente, hacia la guantera a buscar algo. Luego tiene que pasar algo, un quiebre, algo que no se espere. Aunque el animal es predecible, el humano es errador y puede ser que se equivoque al hacer lo que le toca hacer. Las paredes empiezan a abrirse, apenas son las tres. Esta noche voy a poder dormir un poco, siempre y cuando el papel no se haga hombre.


Miguel

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